Más allá de los beneficios individuales: el impacto social y económico del trabajo remoto

La modalidad remota hace posible que las personas que viven en pueblos tengan una carrera profesional y accedan a sueldos competitivos.

En el ámbito individual, el trabajo remoto suele proporcionar una serie de beneficios que ya conocemos bien y que son repetidos día tras día por sus defensores en medio a la ola de empresas exigiendo la vuelta a la presencialidad. También es un hecho que el trabajo remoto elimina las fronteras, amplía las oportunidades y el pool de talento se extiende para las organizaciones al momento de reclutar.

Lo que no todos hablan, sin embargo, es del impacto social y económico que esta modalidad genera en la vida de las personas. Mucho más que el ahorro de tiempo de desplazamiento y el mayor equilibrio entre la vida profesional y personal, el trabajo remoto le da a muchas personas la posibilidad de desarrollar una carrera profesional más allá de los límites de la ciudad donde viven. Sobre todo si se trata de un pueblo con baja infraestructura y poca salida laboral.

En pueblos del interior los sueldos suelen ser muy inferiores a los de las capitales, y generalmente los propietarios de pequeños negocios son quienes logran sacar mayores ganancias. Un joven que aspira a más que eso tiene una sola opción: dejar su familia, amigos y el lugar en donde nació y mudarse a un lugar que le dé más chances de prosperar.

Por eso, cuando una empresa por alguna razón elimina la posibilidad del home office, le hace difícil la vida no solo a quienes necesitan tomar dos horas de transporte para llegar a la empresa. También estará excluyendo completamente la posibilidad a una persona que vive a 900 kilómetros de una gran urbe de tener una carrera profesional, acceder a un sueldo competitivo, mejorar la vida de su familia y mover la economía en su entorno.

¿El trabajo remoto dejó de funcionar?

La breve adopción del trabajo remoto durante la pandemia sembró en la mente de muchos jóvenes la posibilidad de seguir su sueño profesional. Ahora, sin embargo, de no tener la suerte de encontrar una empresa que aún contempla esta modalidad, las chances terminan reducidas.

Podríamos esperar que después de haber vivido los distanciamientos sociales, e incluso estrictos lockdowns, el mundo corporativo hubiera mantenido algunos aprendizajes, como el hecho de que la virtualidad es posible. Sin embargo, el movimiento contrario es cada vez más común.

Muchas empresas están volviendo al pasado pre pandémico de la presencialidad obligatoria, convencidas de que el trabajo remoto no funciona. Es cierto que las principales razones para esto suelen ser la falta de conocimiento de herramientas que faciliten la organización de la empresa, la comunicación entre los equipos y el control de la realización de las tareas. Sin embargo, mucho se debe a que están acostumbradas a las viejas formas de liderar. La necesidad de controlar cada movimiento de los empleados y la falsa idea de que si están sentados frente a su computadora están realizando sus tareas todavía son el gran obstáculo para que el trabajo remoto deje de ser utópico. Con esta forma de gerenciar, no importa cuantas herramientas y tecnologías existan para facilitarlo.

 

 

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